Suenan campanas de bodorrio, pero la prometida llevada al altar no parece llevar pintada en el rostro la sonrisa del día más feliz de su vida, más bien parece que se encamine hacia su propio funeral o velatorio.
Eugénie sufre, en silencio, la desgracia de verse obligada a casarse con un hombre al que no ama, por la imposición de unos padres avaros y mezquinos. Pero cuál príncipe en un cuento de hadas llega su salvador al rescate;
Albert, ayudado por la chica enamorada y dolida pero no correspondida,
Beppo. En su huída tendrán la colaboración de sus amigos,
Beauchamp, aquel periodista que desprestigió a la familia
Morcerf en la primera plana de su periódico cuando se destapo el escándalo de
Janina;
Lucien Debray, funcionario de la administración que ayudó a
Franz d'Epinay en sus pesquisas sobre la identidad del
Conde; y
Raoul de Château-Renaud, otro joven díscolo de la alta nobleza parisina, amigo de la infancia tanto de
Eugénie como de
Albert.
El rufián y malhechor
Calvanti es apresado, se le acusa de múltiples crímenes, entre ellos haber suplantado la personalidad de un noble de alta cuna.
Los
Danglars bajan de la nube, muerden el polvo, tocan hondo y se convierten en lo que una vez fueron, meros plebeyos.
El "castillo" que había engendrado el
Conde de Monte Cristo para desatar su venganza comienza a tambalearse, sus sólidos cimientos se han visto sacudidos por un tremendo azote. Las repercusiones están por conocerse.
La despedida de los jóvenes enamorados cierra un entrañable capítulo y las melodías producidas durante el mismo suponen un agradable placer para los oídos.
Nota: 8'4/10
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